De entre todas las definiciones que he podido encontrar de la palabra landmark y sus polisémicas interpretaciones o metáforas, creo que el que más encaja con el significado que yo le encuentro es el de lindero.
Partiendo de la base que esta palabra de origen inglés, bien es sabido que de ahí parten nuestras raíces más modernas en lo que a masonería especulativa se refiere, lo que contiene son las reglas que determinan los límites inmutables pero no dogmáticos de funcionamiento de la masonería regular, simbólicamente para mí la mejor imagen que
me representa su ascendente e importancia es la de los linderos. Viniendo de familia rural del norte de España recuerdo perfectamente las lindes entre fincas del conocidísimo micro-minifundio rural. Estos marcan el terreno de uno y de otro, la pertenencia, el dominio entendiendo como tal el espacio donde rige una determinada costumbre, seguro derivada en ley con el paso del tiempo.
Pues bien, no ya tanto los linderos entre distintas obediencias o ritos, sino el común a la masonería regular sería el lindero o landmark o landmarks en plural que rigen , marcan, delimitan nuestra conducta como tales masones porque siendo comunes a todas las obediencias y grandes logias a través del tiempo y del espacio es como se reconoce fundamentalmente su inmutabilidad. Son la regla suprema, digámoslo así, que dibuja el quehacer y el cómo hacer de nuestra vida masónica.
Una cuestión que me preguntaba al leer y reflexionar sobre los landmark era cómo éstos se adecuarían a la realidad social de 300 años hacia acá. Si bien las variaciones creo que son mínimas en cuanto a que lo primordial de nuestra orden, la fraternidad, nuestra creencia en el GADU, la búsqueda de la luz, los símbolos…, puede que el paso del tiempo sí que incida en pequeñas apreciaciones. De ahí que la fijación de unos landmark inmutables es tal en tanto en cuanto su interpretación se actualiza con los tiempos, como por ejemplo en el hecho que a bote pronto me parece más latente que hace tres siglos la inmensa mayoría de nuestros hermanos serían de tradición cristiana, y a día de hoy la creencia en el GADU, a mi entender, y según voy investigando y escuchando, abre el espectro de esa fe de una forma como mínimo diferente a la del monoteísmo más imperante hace tantas décadas.
En relación a los landmark más importantes, yo me he fijado siguiendo la enumeración que se hace en el diccionario AKAL de Francmasonería particularmente en dos:
VIII: “Los masones tienen el deber de conducirse moral y decorosamente, dentro y fuera de la logia; se dan el título de hermanos, deben amarse, protegerse y vivir en buena armonía”
En este landmark yo veo reflejadas algunas de las bondades e imperativos más significativos que yo encuentro en la masonería. Uno que es la regla primordial de la manera de regir nuestro comportamiento de una manera decorosa. Los masones lo son a 24 horas, por eso de dentro y fuera de la logia. No se es masón mientras algo sucede, sino que ser masón es algo que imprime poco a poco nuestro carácter y transforma nuestra personalidad en un ser humano mejor, más fraterno, caritativo, estudioso, humilde…
Además se subraya la hermandad, punto capital de la orden bajo mi perspectiva, puesto que la masonería no se entendería sin la fraternidad y todo lo que de ella se deriva como los imperativos de amor, protección y armonía que delata la literalidad del landmark mencionado. Como siempre repetimos el secreto masónico está en nuestro corazón.
Cómo osar ir en su búsqueda si no mantenemos armonía en primer lugar con nosotros mismos, entre nuestros pensamientos, palabras y actos, y después con aquellos hermanos que nos rodean y a los que debemos amor fraterno y protección. De ese hecho del amor se deriva la prohibición también de la religión y la política, que serían los elementos que entorpecerían dicha armonía e impedirían nuestro reconocimiento como iguales.
El otro landmark que me llamó la atención es el siguientes:
XXVIII: “La iniciación reviste el carácter del masón, pero para poseer la plenitud de derechos como tal, es preciso recibir los tres primeros grados de la Masonería”
Este para mí es importante porque subraya algo que para mí es precioso, que es el camino. A semejanza del camino de Santiago o cualquier otro deambular espiritual lo importante no es la meta sino el tránsito.
Por eso a veces cuando se nos habla de que no corramos o esperemos nuestra mejora de salario antes o después yo pienso para mí que como estoy en este momento no me puedo sentir más dichoso, porque en esta etapa “infantil” si se me permite, en la que en busca del símbolo, de la luz, del Oriente caminamos con los ojos abiertos como los bebés que absorben toda la información que les llega del mundo exterior y van construyendo el suyo propio, estoy extendiendo mi conocimiento y mi corazón por las mis ramas del árbol, por sus saberes, por sus sentimientos y por tal me siento revestido de ese carácter masónico, pero a la par percibo mi distancia de ser Masón como tal y con todas las de la ley por decirlo vulgarmente.
Para mí hace hincapié en el ejercicio de humildad sine qua non, yo no entendería la pertenencia a la orden. El carácter de servicio a uno mismo y a los demás hermanos, en la manifestación de la ayuda, de la atención y empatía debidas y del amor que construimos y que solo puede hacerse desde la humildad y en cierta medida intransferible soledad del caminante, en la búsqueda, y del caminante en los grados.
Rubén Prada