La palabra es el medio del lenguaje para expresar, formular y comunicar pensamientos, ideas,
razonamientos.
Las palabras encierran conceptos abstractos, a través de los cuales tratan de hacer comprensibles las
características de las cosas. Sin embargo, por su carácter abstracto, la palabra y los conceptos que
vehicula pueden implicar varias ideas de la realidad, creando “verdades paralelas y sesgos”, que en
ocasiones constituyen un obstáculo para describir la realidad.
La palabra en la tradición masónica
La Logia es un lugar de reflexión, de búsqueda de la sabiduría, en donde tiempo y espacio se
complementan, en donde la palabra y el silencio tienen un lugar preponderante.
Cuando el VM abre la logia, la palabra adquiere un poder creador. Nos sitúa en un tiempo a la vez
universal y personal, en el que el ritual devela paulatinamente el simbolismo y el significado de las
imágenes, de las herramientas, que en él subyace.
Para cada masón, esto es lo que constituye el proceso interior. Y ese proceso, es vivencia individual;
es lo que le da base y sustento al trabajo iniciático. Se lo puede ir descubriendo en base a la
experiencia personal de cada quien, por lo que no se lo debe asumir como absoluto. Es un “iceberg”
de la realidad que se intenta visualizar a través de los conceptos que conforman el lenguaje.
La relación con la palabra es un elemento central en la tradición masónica, A través de la contraseña,
cada grado masónico está asociado a palabras que son su fundamento.
La palabra y la Biblia: El Génesis (1:3), hace referencia a la potencia de la palabra en la creación:
Dios crea la luz a través de las palabras LUZ FIAT. (Hágase la luz).
El Evangelio según San Juan evoca el logos, el “Verbo”: En el principio era el Verbo y el Verbo
estaba en Dios y el Verbo era Dios.
Para los antiguos filósofos griegos, la parte divina del alma, conocida con la palabra “nous”, se
ocupa del conocimiento elevado, ideal, abstracto, que permite acceder a verdades universales. El
“nous” está vinculado con el intelecto, con la inteligencia superior.
De ahí que se puede inferir que la palabra tiene una facultad a la vez divina (Crear, la Creación) y
humana (conocer, razonar), cuya aspiración primera y última es reencontrarse, volverse uno.
La limitación e imperfección del lenguaje humano, ha hecho que la palabra
creadora, se desvíe de su origen divino, que pierda su significado esencial.
Buscar la palabra, implica emprender un largo y solitario viaje para tratar de acceder a su
esencia original, y a través de ella tratar de ir al misterio de la vida, a la profundidad de la realidad en
sus diversos planos, lo que permitirá comprender las grandes leyes del universo.
La biblia dice que somos hechos a imagen y semejanza de Dios. De ahí se puede deducir que muchos
de los velos y obstáculos que ocultan dicha palabra están dentro de nosotros mismos. Solo podremos
develarlos y superarlos a través del autoconocimiento.
El autoconocimiento nos permitirá identificar los velos que nos impiden aprehender la realidad
superior, la comprensión de nuestro entorno y del universo: nuestro ego, nuestra manera de ser,
nuestros prejuicios, nuestras ambivalencias.
La cábala nos dice que somos “polvo de estrellas”. La realidad estaría entonces al alcance de nuestra
mano a condición de meditar, de observar, de abrir los ojos, de integrar.
Recuperar su simbolismo profundo, su aliento de vida, implicaría entonces renunciar a lo que nos
separa de lo universal, implicaría ir hacia la fuente, hacia la unidad.
ACP



